ARTÍCULO
Desarrollo del cráneo y su importancia para la antropología
forense1
Isla Yolima Campos Varela.
Antropóloga. Estudiante de último semestre de la Maestría en Morfología Humana.
Departamento de Morfología. Facultad de Medicina. Universidad Nacional de Colombia.
iycamposv@unal.edu.co
DESARROLLO DEL CRÁNEO Y SU IMPORTANCIA PARA LA ANTROPOLOGÍA
FORENSE
RESUMEN
Se presenta una síntesis del desarrollo embrionario de los huesos del cráneo y se hace énfasis
en la utilidad que representa su conocimiento en el análisis antropológico forense, utilidad
que puede aplicarse desde la estimación de edad al observar la formación y el grado de
fusión de las estructuras y el análisis de patologías y traumas en los huesos.
Palabras clave: Antropología forense, biología del desarrollo, cráneo
INTRODUCCIÓN
El cráneo está compuesto por dos
segmentos anatómicos fácilmente
diferenciables: el esplanocráneo o
viscerocráneo y el neurocráneo. El primero
incluye desde el borde inferior de las
órbitas hasta la mandíbula y contiene y
protege los órganos de la visión, el olfato y
el gusto; el neurocráneo comprende desde
el hueso frontal hacia atrás, protege el
encéfalo y puede dividirse en base y
1 Este documento corresponde a un capítulo del trabajo de grado titulado: “El cráneo, una revisión desde la
morfología para la antropología forense”
bóveda craneal. A continuación se
describen sus procesos de desarrollo.
Origen y osificación
Los huesos del cráneo se forman a partir
de células mesenquimatosas, que hacen
parte del tejido conectivo embrionario, que
posee potencial para dar origen a
diferentes tipos de tejidos. El mesénquima
del que proviene el cráneo tiene dos
orígenes, uno es el mesodermo paraxial
(somitas) que se ubica a lado y lado del
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tubo neural y el otro es la cresta neural. En
esto difiere del resto de las estructuras del
esqueleto, que solo provienen del
mesodermo lateral (Sadler, Esqueleto
Axial, 2012).
La cresta neural es un conjunto de células
del ectodermo (el componente más
externo de las capas germinativas
embrionarias), que se encuentra a lado y
lado del tubo neural. Sus células migran
hacia diferentes áreas, formando el
esqueleto facial y las neuronas periféricas
sensitivas, entre otras muchas estructuras.
Al igual que el mesodermo, la cresta
neural produce células mesenquimatosas
que contribuirán con la formación de los
huesos de la cara y la parte anterior de la
base del cráneo, en tanto que el
mesodermo paraxial será el responsable
de la parte posterior de la base y la bóveda.
A partir del mesénquima, las estructuras
del cráneo se convierten en hueso
mediante osificación intramembranosa y
endocondral. El tipo de osificación
depende de la función de los huesos: las
áreas que requieren un desarrollo más
rápido tienen osificación
intramembranosa, que genera el hueso
directamente desde el tejido
mesenquimatoso, sin pasar por una fase
cartilaginosa, en cambio la osificación
endocondral se da más lentamente debido
a que el mesénquima deriva primero en
cartílago y luego en hueso. Una vez
formado cada hueso, el aumento de
tamaño se da por aposición de tejido óseo
en la superficie externa y reabsorción del
mismo en la superficie interna,
independientemente del tipo de
osificación inicial.
Los formación intramembranosa se da en
forma de espículas que parecen agujas
dispuestas de manera radial, y resultan
notorias en los esqueletos de individuos
lactantes (Sadler, Cabeza y cuello, 2012),
lo cual es muy relevante para el análisis
antropológico del trauma óseo, ya que las
fracturas tienden a seguir la dirección del
tejido. (Love, Derrick, & Wieserma, 2011) y
es más probable que estos se fracturen
siguiendo la dirección de estas espículas.
Se forman por osificación
intramembranosa: el frontal, los nasales,
lacrimales, cigomáticos, maxilares, y la
mandíbula, los cuales provienen de la
cresta neural; los parietales, la parte
posterior de los temporales y la parte
superior del occipital, que provienen del
mesodermo paraxial (Sadler, Cabeza y
cuello, 2012), los huesos restantes se
forman por osificación endocondral.
Formación del neurocráneo
Evolutivamente, el neurocráneo tiene dos
orígenes: uno dérmico (la bóveda), que
recuerda los exosqueletos ancestrales
(Scheuer, Black, & Christie, 2000) y otro
cartilaginoso (la base), que se conoce como
condrocráneo. Hoy en día el neurocráneo
conserva las características dérmica y
endocondral representadas en la
osificación intramembranosa y
endocondral, respectivamente.
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El condrocráneo de los vertebrados y de
los humanos, por supuesto, es una placa
basal de tres pares de cartílagos que se
fusionan en la línea media (de cefálico a
caudal son: trabeculares, hipofisiarios y
paracordales) a los que están unidos 3
pares de cápsulas que protegen los
órganos del oído, vista y olfato (Scheuer,
Black , & Christie, 2000) de cefálico a
caudal las cápsulas son: las alas
esfenoidales, alas temporales y cápsula
ótica (Figura No. 1, A y B). Estas placas de
cartílago tienen una particularidad: el
aumento de su tamaño se da en dos
direcciones y no en una como ocurre en las
placas de crecimiento de los demás huesos
del cuerpo.
A B
Figura No. 1 Cartílagos que forman la base del cráneo. (A) Representación de los cartílagos antes de la
fusión, los de color azul muestran los que se unirán en la línea media y los de color verde, muestran las
cápsulas laterales. (B) Representación de la base de cráneo de un adulto. El área coloreada señala qué
estructuras tienen osificación endocondral y cada color representa el cartílago del cual proviene, teniendo en
cuenta la imagen A.
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La porción intracraneal de la base puede
dividirse en fosas anterior, media y
posterior, que deben entenderse como 3
unidades independientes (Di Leva, et al.,
2014) (Figura No. 2), pues cada una se
desarrolla a partir de fuerzas locales. Se
piensa que el desarrollo de la regió
intracraneal de la base y la bóveda puede
estar influenciado por las tensiones que
generan el falx cerebro y el
tentorium2 durante el crecimiento (Di
Leva, et al., 2014).
En general, el crecimiento de la base está
estimulado por el sistema fonatorio y la
postura de la cabeza con respecto al
esqueleto (Di Leva, et al., 2014), por lo que
el estudio de su anatomía resulta
indispensable para la comprensión de los
cambios en los diferentes linajes de los
homínidos.
Figura No. 2: Fosas del cráneo.
Formación de la fosa anterior
En la fase temprana del desarrollo
aparecen por osificación intramembranosa
tres estructuras que van a conformar el
borde superior de la órbita: el frontal, el
cartílago esfenoetmoidal y el ala orbital
(Captier, Cristol, Montoya, Prudhomme,
& Godlewski, 2003).
2 Repliegues de la membrana externa que
envuelve el encéfalo, generando la división de
La osificación del frontal inicia en las
eminencias (Captier, Cristol, Montoya,
Prudhomme, & Godlewski, 2003). El
frontal surge de dos huesos que forman la
mayor parte de la fosa y se osifica a partir
del mesénquima del área, al que se le
denomina merencefálico y avanza hacia la
parte superior y hacia la base para formar
la parte vertical y orbital (Figura No. 3).
ambos hemisferios del cerebro (falx cerebri) y
separando el cerebelo de éste (tentorium)
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Figura No. 3. Desarrollo del hueso frontal. Nótese la dirección del crecimiento
La lámina cribosa del etmoides, que se
encuentra en la línea media de la fosa
anterior, se forma por osificación
endocondral y es por donde pasan desde
la cavidad nasal las fibras nerviosas. En el
centro de la lámina está la apófisis crista
galli, que es el ancla en la que se fija el falx
cerebri u hoz del cerebro.
El desarrollo de fosa anterior está
estrechamente relacionado con el
crecimiento de la órbita, las estructuras
faciales superiores y por supuesto: el
encéfalo (Di Leva, et al., 2014).
Formación de la fosa media
La fosa media está compuesta por el
cuerpo y las alas mayores del esfenoides,
los temporales y la parte inferior de los
parietales. Los orificios de esta fosa
comunican con el viscerocráneo, por
donde pasan el nervio óptico, el nervio
maxilar, el nervio mandibular y la arteria
meníngea media; esta última genera
surcos en la fosa que se forman con el
constante pulsar de la arteria. El desarrollo
de la fosa media depende del crecimiento
mandibular y su biomecánica (Di Leva, et
al., 2014)
En la parte posterior, los cartílagos
paracordales alrededor del fin de la
notocorda, son los primeros en formarse y
dan lugar al cuerpo del esfenoides. El
esfenoides es una estructura mixta, que
tiene origen cartilaginoso del cuerpo y las
alas menores y origen intramembranoso
de las alas mayores.
Formación de la fosa posterior
La integración parieto-occipital y las
dinámicas cerebro-cerebelares influencian
directamente la formación de la fosa
posterior (Di Leva, et al., 2014).
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El desarrollo del occipital inicia en la
novena semana de gestación con dos
centros de osificación: un centro primario
ubicado en la región ventral, cercano a la
notocorda y otro en el segmento
interparietal (Shapiro & Robinson, 1976).
La porción basilar deriva de 5 cartílagos
(Figura No. 4): dos que conforman la base
(basilares), dos que corresponden a cada
uno de los cóndilos (condilares) y uno que
da origen al segmento supraoccipital
(ubicado posterior al agujero magno); la
parte más superior se ubica en medio de
los parietales, por eso se le denomina
interparietal y es de origen
intramembranoso (Scheuer, Black, &
Christie, 2000).
En la semana 12 se fusionan los segmentos
interparietal y supraoccipital; se unen en la
línea media, pero permanecen separados
en los segmentos laterales. En la semana 14
(Shapiro & Robinson, 1976), los dos
segmentos se unen un poco más y la
separación lateral es menor. Para el
momento del nacimiento, todavía es
notoria esta unión (Scheuer, Black , &
Christie, 2000), se le conoce como sutura
mendonsa y es visible hasta
aproximadamente dos años después del
nacimiento, por lo que debe prestarse
especial cuidado al analizar cadáveres
perinatales, para no confundir esta sutura
con una fisura o una fractura.
Para el antropólogo es importante
recordar que el crecimiento del segmento
interparietal y el supraoccipital inicia
desde el centro; es por esto que no tienen
sutura. Por eso si se observa una imagen
radiolúcida o se observa una separación en
esta área durante el análisis, debe
sospecharse de que se trate de una fractura
(Shapiro & Robinson, 1976).
Figura No. 4. Hueso occipital de un adulto. En este se resaltan los diferentes segmentos que lo conforman
durante el desarrollo.
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Hacia la semana 36 de gestación, las
porciones basioccipitales y laterales están
separadas por una sincondrosis y su unión
se da entre los 2 y 4 años después del
nacimiento y se unen también a la parte
supraoccipital en el mismo periodo. La
unión del occipital con el esfenoides se
inicia de 12 a 13 años en las niñas y de 14 a
15 años en los niños y termina entre los 16
y los 20 años (Shapiro & Robinson, 1976).
Lo anterior resalta también la importancia
diagnóstica que tiene el occipital para el
antropólogo para la estimación de edad de
individuos subadultos.
Debido al origen endocondral de la base,
la acondroplasia, que es una patología que
inhibe el crecimiento adecuado de los
componentes cartilaginosos del cuerpo,
genera alteraciones en la forma del cráneo,
ya que la base tiene un tamaño reducido en
relación con la bóveda y los demás
componentes del cráneo (Szabo-Rogers,
Smithers, Yakob, & Liu, 2010).
La bóveda craneal aparece al fin del primer
mes de desarrollo como placas curvas del
mesénquima que se esparcen hacia abajo y
se encuentran con las estructuras de la
base.
Formación del esplacnocráneo
Para algunos investigadores fue la
aparición de la cresta neural la que
permitió el desarrollo de una "Nueva
Cabeza” (Chai & Robert, 2006), (Di Leva, et
al., 2014), (Scheuer, Black , & Christie,
2000), con un elaborado complejo maxilar
que cambió la forma de la alimentación los
animales al permitirles masticar, en tanto
que animales más primitivos ingieren su
alimento haciendo uso de músculos de
succión. Sus afirmaciones se basan en que
quienes presentan esta "nueva cabeza"
involucran células de la cresta neural en el
desarrollo de las estructuras del rostro y
que los que no la tienen no presentan
cresta neural. Por lo anterior, no se puede
hablar del desarrollo del esplacnocráneo
sin referirse a la cresta, que para algunos es
considerado el cuarto tejido embrionario.
Durante el tercer mes de desarrollo
intrauterino, el rostro adquiere
características humanas. Al comienzo, las
órbitas, que contienen los ojos y sus
anexos, están dispuestas lateralmente, así
que inician su acercamiento hacia la línea
media, se desacelera el crecimiento del
neurocráneo en comparación con el resto
del cuerpo, pues al inicio del tercer mes la
cabeza es aproximadamente la mitad del
embrión, cuando alcanza la mayor
proporción con respecto al tamaño total, y
luego empieza a perder esa relación en el
tamaño ya que en los huesos del rostro
empiezan a formarse los senos paranasales
y los dientes. La órbita por su parte
aumenta en su altura, pero no su anchura
(Haas, Weiglein, Faschinger, & Müllner,
1993).
La cara inicia su formación al final de la
cuarta semana de gestación, a partir de la
cresta neural que se organiza en arcos
faríngeos (sólo los dos primeros están
relacionados con la formación del cráneo),
el primero de ellos, durante la sexta
semana, da origen a 4 protuberancias
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alrededor del estomodeo (cavidad bucal
primitiva) (Scheuer, Black & Christie,
2000). A estas protuberancias se les conoce
como: prominencias maxilares superiores
(dos) prominencias maxilares inferiores
(dos), hay una quinta prominencia, la
prominencia frontonasal, que no tiene
origen en el primer arco faríngeo, pero sí
tiene origen en la cresta neural. Del
segundo arco no derivan estructuras de
óseas de la cara, ya que sólo da origen al
estribo, a las astas menores del hioides y a
las apófisis estiloides de los temporales.
(Sadler, Cabeza y cuello, 2012)
Para la semana 13 del desarrollo
intrauterino los elementos del ojo ya se han
establecido y han iniciado sus efectos
inductivos sobre el desarrollo de la órbita,
a partir de este momento la órbita inicia un
crecimiento homogéneo.
El primer hueso en iniciar la osificación
alrededor de la órbita es el maxilar, que lo
hace en la sexta semana y lo siguen los
demás que inician su osificación alrededor
de la semana 16 (Haas, Weiglein,
Faschinger, & Müllner, 1993). La forma
definitiva de la órbita no solo está
determinada por los estímulos que recibe
de los tejidos de los ojos, sino también a las
mecánicas del desarrollo del neurocráneo
y el resto del esqueleto facial.
Después de la sexta semana, se desarrollan
dos prominencias más, llamadas
prominencias nasales (laterales y
mediales) alrededor de las placodas
nasales. El aspecto final de la nariz lo da la
protuberancia frontonasal que creará el
puente; las prominencias nasales, que
formarán la cresta, la punta y las alas.
Adicionalmente, de las prominencias
nasales mediales surgirá el segmento
intermaxilar.
La formación del paladar se lleva a cabo
por dos componentes: uno es anterior, el
paladar primario, que se origina del
segmento intermaxilar, y que corresponde
a la parte más anterior de los huesos
maxilares; el otro componente es el
paladar secundario, formado por
derivados del arco faríngeo y que
corresponde a los huesos maxilares. El
límite posterior entre los dos componentes
es el agujero incisivo.
La palatogénesis secundaria está
estimulada específicamente por los
movimientos de la lengua (Szabo-Rogers,
Smithers, Yakob, & Liu, 2010). La fusión
del paladar en la línea media ocurre a las 7
semanas en los embriones masculinos, y a
las nueve en los femeninos y separa por
completo las cavidades a las 42 semanas,
se forma de la fusión de las crestas de las
protuberancias maxilares.
De lo anterior se deriva que las
alteraciones en la formación del paladar
anterior estén relacionadas con la unión de
las prominencias nasales, que son las
responsables de la formación del segmento
intermaxilar, el surco nasolabial, los cuatro
incisivos superiores y el paladar primario.
Las alteraciones pueden ir desde el cambio
de coloración del labio hasta fisuras en la
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